En medio de una de las tensiones comerciales más agudas de los últimos años, China ha dado señales de una posible apertura con Estados Unidos, pero dejó claro que no dará ningún paso sin condiciones previas. Y por ello, ya le está pidiendo al gobierno de Donald Trump que reduzca los aranceles que su administración le ha aplicado a todo el comercio del gigante asiático.
Beijing confirmó este viernes 2 de mayo que está evaluando una oferta de diálogo con Estados Unidos, pero exige que Washington retire primero los aranceles del 145 % que pesan sobre sus productos desde el 9 de abril. Autoridades chinas niegan haber iniciado conversaciones con la Casa Blanca y acusan a Trump de falsear contactos con su homólogo Xi Jinping.
El ministerio de Comercio del país asiático informó que está “evaluando” una propuesta de negociación enviada por Estados Unidos el jueves, aunque subrayó que no se sentará a dialogar mientras no se eliminen los aranceles unilaterales impuestos por Washington, que hoy ascienden al 145 % para productos chinos, tras una batalla en la que ambas partes elevaron los aranceles mutuamente como si se tratara de una competencia de fuerza.
Esa no es la única condición de Beijing, el ministerio de Comercio de ese país también dijo a través de un comunicado que quería que Estados Unidos hablara “con sinceridad” y no que “engañe a su pueblo”, en un comentario que hace referencia a que Trump ha dicho en dos oportunidades que China estaba buscando a la Casa Blanca para conseguir un acuerdo, una afirmación que Beijing ha negado también en dos oportunidades.
“Decir una cosa y hacer otra, o incluso intentar la coerción o el chantaje bajo el aspecto de unas conversaciones no va a funcionar”, añadió el ministerio de Comercio chino, que calificó las políticas estadounidenses como “equivocadas” y reiteró que la guerra comercial fue iniciada de manera unilateral por Estados Unidos.
Tras llegada al poder, Trump arremetió contra el gigante asiático con un arancel del 10% y luego lo elevó hasta el 20%, y aunque inicialmente esta tarifa se presentó como una medida para “compensar los desequilibrios comerciales”, la estrategia rápidamente escaló.
Trump impuso posteriormente aranceles que llamó “recíprocos”, suspendió su aplicación por 90 días a cientos de países, pero los aumentó específicamente para China, en represalia por las contramedidas de Beijing desató contra la Unión Americana que incluía impuestos del 15% al carbón y gas natural licuado de Estados Unidos y uno del 10% para el crudo.
Estados Unidos reportó el pasado miércoles 30 de abril que su economía se contrajo 0,3% entre enero y marzo, lo que supone la primera caída en la variación de su PIB anual en tres años y lo que muestra el debilitamiento de su industria que se apresura a importar la mayor cantidad de insumos antes de que las relaciones comerciales con 180 países empeoren.
Del lado de China, las autoridades de ese país admiten que su economía está sintiendo los efectos del entorno internacional y los más recientes datos oficiales revelaron una desaceleración de la actividad industrial en abril, afectando especialmente a las empresas orientadas a la exportación.
El presidente Xi Jinping ha pedido a su gabinete “adaptarse a los cambios del entorno internacional”, sin mencionar directamente a Estados Unidos, mientras que el aparato propagandístico del régimen ha sido mucho más explícito.
Y aunque en el plano diplomático ambas partes hablan de una negociación, en la práctica parece haber una contradicción.
Y es que este viernes, Estados Unidos activó una orden ejecutiva que elimina el régimen de “de minimis”, una exención arancelaria que permitía la importación de mercancías de bajo costo sin pagar impuestos; y ahora, los pequeños paquetes por valor inferior a 800 dólares procedentes de china podrían ser gravados en las aduanas estadounidenses.