El rey Carlos III del Reino Unido parece tener todo muy claro; el progreso de su cáncer lo obliga a agilizar el ascenso al trono de su heredero y hijo mayor, el príncipe William, quien también es consciente de que la salud de su padre no ha visto una mejoría a raíz de su enfermedad, la cual le fue diagnosticada en febrero del año pasado.
Aunque el monarca del Reino Unido continúa con parte de sus actividades oficiales, en el Palacio de Buckingham ya se manejan escenarios para un traspaso de poder que podría concretarse antes de lo esperado para el príncipe de Gales.
En este contexto, el príncipe William y su esposa Kate Middleton se posicionan como figuras centrales en la continuidad de la familia real británica. Y es que de acuerdo a lo revelado por fuentes cercanas citadas por Harper’s Bazaar, la pareja ha intensificado su participación en actos públicos y funciones institucionales, en una muestra de preparación frente a un futuro que podría llegar de forma repentina.
Si bien el Jefe de Estado intenta cumplir con sus compromisos oficiales, las hospitalizaciones recientes y el desgaste físico del tratamiento encendieron alertas sobre su capacidad para mantenerse al frente de la institución real más popular a nivel mundial.
Especialistas en realeza como Robert Hardman señalan que, a diferencia de su hijo William, el rey Carlos no recibió un entrenamiento formal para el rol de monarca. Esta diferencia ha impulsado una preparación más intensa para el príncipe de Gales, quien ya asume tareas claves mientras el rey transita una etapa marcada por la fragilidad de su salud y un pasado que todavía no termina de dejarlo en paz.
Dos años después de su coronación, su reinado se perfila tan lleno de acontecimientos como extrañamente inmutable en su narrativa central: la de un padre atribulado que dirige una prole desordenada mientras lucha contra una terrible enfermedad que lo debilita mes a mes.
Eso sí, a pesar de someterse a tratamientos semanales contra el cáncer que le diagnosticaron el año pasado, el rey ha viajado a Francia, Australia, Polonia e Italia.
A sus 76 años, el rey más longevo en asumir el trono británico decidió hacer frente a esta nueva etapa con determinación. Según informaron medios como The Mirror, Carlos III está recibiendo un tratamiento “pionero”, menos invasivo que los métodos tradicionales.
El régimen terapéutico implica sesiones semanales que, por el momento, no han requerido que el monarca se aleje completamente de sus deberes oficiales, y en los casos en que sí debió hacerlo, fue asistido por su esposa, la reina Camilla.
En medio de este complejo panorama, la reina consorte Camilla Parker Bowles ha sido un pilar fundamental en su día a día: “Está extremadamente bien dadas las circunstancias. Está muy conmovido por todas las cartas y mensajes que el público ha estado enviando. Eso es muy alentador”, afirmó la esposa de Carlos III.
Aunque el Palacio de Buckingham ha optado por mantener el hermetismo respecto al tipo de cáncer que padece el rey Carlos III, el hecho de compartir públicamente su diagnóstico marca un cambio notable en la manera en que la realeza británica maneja las cuestiones de salud de sus miembros.
Esta transparencia, poco común en otras épocas, puede tener un impacto positivo en la visibilización de los desafíos de salud que enfrentan las personas mayores. Pero a su vez, es una muestra del futuro al que el Jefe de Estado del Reino Unido se debe enfrentar. Todo eso, mientras prepara y allana el camino para que su hijo, el príncipe William, se convierta en el próximo rey de la nación europea.