Estados Unidos, el mayor accionista de ambas organizaciones, dejó fuertes mensajes en la más reciente reunión del Fondo Monetario Internacional y del Banco Mundial, a través de su principal funcionario en cuestiones económicas y financieras, el secretario del Tesoro, Scott Bessent.
“Debemos hacer que el FMI sea otra vez el FMI”, dijo Bessent, quien recordó que las “misiones cruciales” del organismo son promover la cooperación monetaria, facilitar un “crecimiento equilibrado” del comercio internacional y desalentar “políticas dañinas como devaluaciones competitivas de los tipos de cambio” (una obvia referencia a China). En cambio, dijo que el Fondo fue cambiando su agenda y ahora “dedica tiempo y recursos desproporcionados al cambio climático y a cuestiones sociales y de género” que -subrayó- “no son su misión”.
El delegado reafirmó las prioridades de la agenda internacional del gobierno de Donald Trump en un severo discurso ante el Instituto de Finanzas Internacionales, el think tank y lobby de los grandes bancos y entidades financieras privadas del mundo.
Allí acusó al Fondo y el Banco de haberse desviado del objetivo para el que fueron creados, ratificó el apoyo de Estados Unidos al gobierno de Javier Milei y señaló a China como el gran causante de los grandes desequilibrios de la economía global y que según él, la política de Trump pretende corregir.
El título de su último reporte sobre el sector externo -acusó Bessent al Fondo, era que los desequilibrios en la economía mundial estaban retrocediendo, algo que acusó de falso y sintomático de una institución “más dedicada a preservar el status que a plantear las preguntas difíciles”. El Fondo, insistió, debe decir “brutalmente la verdad, y no solo a algunos socios”.
Bessent hizo la misma crítica al Banco Mundial, al que acusó de dar cheques en blanco a cambio de promesas vacías y marketineras en vez de usar sus recursos “tan eficiente y efectivamente como sea posible”.
En la reunión final del Comité Monetario y Financiero Internacional, la “autoridad política” del Fondo y el Banco Mundial, que cada 6 meses se reúne para evaluar la acción y dar órdenes políticas al Fondo y el Banco Mundial, el presidente del cuerpo, el ministro de Finanzas de Arabia Saudita, Mohammed Aljadaan, reiteró que el FMI debe “centrarse en su mandato principal, que incluye apoyar la cooperación monetaria internacional, alentar la expansión del comercio y el crecimiento económico y desalentar políticas que dañen la prosperidad”.
Kristalina Georgieva, la directora del FMI, puso la mejor cara y declaró que la reunión “me dio confianza en que podemos tener una economía mundial más resiliente y equilibrada”.
Georgieva presentó como ejemplo de país que se ganó el apoyo del Fondo y el Banco Mundial a la Argentina, debido a su “progreso real hacia el cumplimiento de metas financieras”. Pero no todos los países -subrayó- merecen apoyo. A veces “el FMI debe decir ‘no’”, pues “no está obligado a prestar a países que no implementan reformas”. La estabilidad y el crecimiento, subrayó, deben ser la medida del éxito del organismo, no cuánto dinero presta.
En otra tenida, realizada antes inversores y organizada por J.P.Morgan, el banco de inversión más grande de Estados Unidos, Bessent dijo: “Si Argentina lo necesita, en caso de un shock externo y si Milei mantiene el rumbo, estaríamos dispuestos a utilizar el FSE”, por el Fondo de Estabilización Cambiaria del Tesoro de EE:UU., al que Washington recurrió para ayudar a México a superar el llamado “efecto Tequila”.
En cuanto a China, el jefe del Tesoro norteamericano afirmó que el FMI debe llamar la atención “a países como China, que han aplicado políticas globalmente distorsivas y políticas cambiarias opacas durante décadas”.
También, expresó, que esperaba que el Fondo impida “prácticas de préstamos insostenibles por parte de ciertos países acreedores”, algo sobre lo que ya había hablado en su visita a Buenos Aires cuando sugirió que la Argentina cancele su canje de monedas con China y dijo que Estados Unidos quiere evitar en América Latina “lo que ha ocurrido en el continente africano, donde China ha firmado varios acuerdos rapaces que se presentan como ayuda, para apropiarse de derechos mineros y añadir enormes cantidades de deuda a los balances de estos países”.