Pese al entusiasmo por la reciente elección del nuevo papa León XIV, los datos para el Vaticano siguen siendo preocupantes: El número de seguidores de la iglesia católica sigue bajando a un ritmo preocupante, y en la región de sudamericana tampoco hay una excepción. ¿Que está sucediendo para que la gente ya no crea como antes en las religiones?
Robert Prevost, nacido en Estados Unidos, pero con ciudadanía peruana y una trayectoria eclesial en Chiclayo, asumió como Papa León XIV el 8 de mayo. La cobertura fue inmediata, así como las expresiones de alegría de grupos cercanos a la Iglesia. Sin embargo, el impacto de su elección no parece haber revertido la tendencia de disminución que se viene registrando desde hace algunos años en Latinoamérica y el resto del mundo.
Aunque la mayoría expresó emociones positivas, la caída en las cifras sugiere una distancia creciente entre el catolicismo oficial y parte de la ciudadanía. El fenómeno tiene raíces más profundas que la designación de un líder.
El crecimiento del sector evangélico y de otras religiones no es el único factor. También aumenta el número de personas sin afiliación religiosa. Para Veronique Lecaros, teóloga y jefa de la carrera de Teología en la Pontificia Universidad Católica del Perú, la juventud juega un papel clave en este fenómeno.
“Los jóvenes, especialmente los universitarios, se han distanciado de la religión. Muchos no son ateos, pero se han sentido decepcionados por ella”, afirmó.
A diferencia del resto de países del continente, donde muchos de los que se van del catolicismo se pasan a las filas de movimientos evangélicos y pentecostales, en Uruguay el éxodo suele ser hacia la indiferencia religiosa, el agnosticismo y mayormente hacia una religiosidad difusa, donde las personas se identifican como “creyentes sin religión”.
Es ésta última la tendencia que crece en el mundo, de búsquedas y prácticas espirituales, pero sin identificarse con ninguna institución o tradición religiosa. Las recientes cifras de Latinobarómetro muestran que la tendencia se confirma.
De hecho, desde 1995 hasta 2020 el catolicismo no ha parado de bajar, en Uruguay en 1995 era el 60% de los uruguayos y en 2020 se encuentra en un 34%. Y cada vez que se analizan estos números, las hipótesis sobre las causas de este descenso suelen caer en supuestas causas que nada tienen que ver esta tendencia.
Los sociólogos, antropólogos y filósofos que estudian el fenómeno religioso y particularmente el catolicismo, tanto en Europa como en América Latina y especialmente en Uruguay, tienen interpretaciones que son mucho más esclarecedoras que adjudicárselo a la laicidad uruguaya o a la falta de “modernización” de la Iglesia.
Un error muy común es interpretar la clasificación “sin religión” como ateo o agnóstico, cuando “sin religión” no significa sin creencias religiosas. De hecho, es mucho más alto el porcentaje de personas que afirman creer en Dios o en algo sobrenatural, que los que afirman “tener una religión”. Esto ha hecho confundir “no creyente” con “no tener una religión o no pertenecer a una institución religiosa”. Son cada vez más los que creen y viven la fe a su manera, sin por ello sentir que “pertenecen” a una religión particular.
Otra cuestión frecuente es la confusión entre Estado laico y sociedad laica. México tiene un estado laico mucho antes que Uruguay y sin embargo su sociedad es profundamente religiosa y con una mayoría católica. Estados Unidos en un estado laico, pero su relación con las religiones es distinta de la de Francia o la uruguaya. Por ello es fundamental entender que tener un Estado laico no hace a una sociedad menos religiosa. Reino Unido es una sociedad muy laica, profundamente secularizada y sin embargo tiene un estado confesional (anglicano).